CURSO AUTO ASISTIDO DE BIOÉTICA Y PANDEMIA COVID
Diagrama de temas
- BIENVENIDOS
- NO ENTREGA CERTIFICACIÓN
- Sorpresa Sanitaria
- Marcos Bioéticos de Referencia de una Pandemia
- Principios Bioéticos en Pandemia
- Aspectos Bioéticos para el Personal Sanitario en Pandemia
- Criteriología de los usos del Recurso Sanitario en Pandemia
- Función de los Comités Hospitalarios de Bioética frente a la Pandemia
- Investigación Clínica Experimental en Pandemia
- Cuidados Paliativos en Pandemia
- Salud Mental y Pandemia
- Links, vídeos, Artículos de Interés de bioética y COVID19
- AVISOS Y FOROS
-
-
Sorpresa Sanitaria
“Los médicos hacen gala de la antigua y honrosa tradición que consiste en atender a los pacientes afligidos con enfermedades infecciosas con compasión y valor” (OMS, 1987).
El 2020, seguramente será recordado en la historia de la humanidad por la pandemia del Coronavirus y la cuarentena a toda la población, medida sanitaria que muchos gobiernos fueron tomando para hacerle frente a esta enfermedad. Medida que varias generaciones no habían conocido, y que se consideraba como un jalón más de la historia de la medicina. Es decir, como toda historia, era un hecho del pasado y, por lo tanto, se pensaba que era imposible que volviera a repetirse en el presente. De hecho, no es que, a la humanidad de estos tiempos le hayan faltado pandemias, pero sus manejos fueron totalmente distintos. Por mencionar algunas pandemias cercanas en el tiempo, pensemos en el HIV-SIDA o gripe A (H1N1), y quizás ya en otro rango epidemiológico, las epidemias de cólera, del ébola o el zika, o muy próximos a nuestra región: el dengue, Chikunguña, etc.; lamentablemente la mayor parte de ellas relacionadas directamente a las condiciones sociales y económicas de la población, como es seguramente la gran causa de toda pandemia, más haya de su vector de trasmisión.
De todas formas, esta situación sanitaria del coronavirus y la cuarentena ordenada por los gobiernos es una verdadera sorpresa, porque no se esperaba ni se imaginaba que esta pandemia, podría “golpear” tan fuerte en la comunidad mundial.
Lo que sí, frente a esta situación, nueva e inesperada, más si ésta tiene un alcance social y humano tan profundo, necesita que también la bioética, disciplina nueva en muchos sentidos, y no nacida en épocas de las grandes epidemias de la humanidad, pueda articular y brindar algunas orientaciones sobre el significado de esta enfermedad, apoyar a los profesionales de la salud y acompañar a la comunidad. Este es el sentido de este escrito.
Los especialistas en epidemiología proponen como el método más eficaz y económico frente a la pandemia del COVID 19 la cuarentena o aislamiento social preventivo obligatorio mandado por el estado, y por eso, se podría pensar en las cuarentenas medievales con su carácter violento y coercitivo , pero esto no es así en estas épocas, porque en realidad esta cuarentena está ligada al valor de la solidaridad o para mejor decir, a lo que se conoce como justicia ambiental, aplicado a un tema sanitario concreto y de atención urgente. Este tipo de justicia, junto con lo que se conoce como justicia social, se refiere a que estamos en el mismo viaje, en un mismo barco (metáfora muy usada para explicar este concepto), y que vivimos en la misma casa, - nuestro planeta (oíkos, significa “casa” en griego, donde sale la palabra ecología). De allí que las relaciones e interdependencia de unos con otros son enormes e inimaginables, en este sentido se puede mostrar como ejemplo el inicio de esta pandemia donde el paciente 1 provenía de regiones muy lejanas, pero que, a los efectos concretos de la enfermedad, se han mostrado muy cercanas.
En consecuencia, la justicia y este tipo de medidas representan algo que la bioética debe sostener, proponer, educar y difundir de manera necesaria dentro del “corpus” bioético disciplinar en sus propuestas formativas.
Por último, se vuelve al principio, como es el manejo clínico de toda pandemia, donde al comienzo de este escrito en su epígrafe de la Organización Mundial de la Salud a instancia del HIV-SIDA, se marca que toda pandemia es una oportunidad, una vuelta a lo genuino de la existencia, y a lo que parece más importante, una apuesta, de una manera u otra, a que seamos mejores personas, y por lo tanto, un mensaje de esperanza para la humanidad.
Dr. Andrés Toledo
-
El año que cambiaron todas las preguntas
"Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas”
Mario Benedetti
Entre estos meses de marzo y abril de 2020, más de una vez sentimos que realidad nos descolocó. La pandemia del Coronavirus o COVID-19, nos sumió en una de las mayores incertidumbres de este siglo XXI, como es la garantía de la vida misma. De pronto pasamos de tener ciertas “certezas” -que eran más o menos verosímiles- a la opacidad de la incertidumbre y falta de predictibilidad que muchas veces creíamos nos había garantizado, la ciencia, en particular aquellas relacionadas a las llamadas “Ciencias duras”.
Así fue como nuestras rutinas y formas organizativas más básicas se pusieron en entredicho de manera tan rápida, que todavía no llegamos a dimensionar el impacto que esto tendrá en nuestra vida en el corto y mediano plazo. Todo lo cual, nos lleva a preguntarnos: qué nos condujo al lugar donde estamos hoy, qué actores, acciones y recursos serán necesarios para superar esta situación y, en particular, qué aportes pueden seguir realizando las Ciencias.
¿Tiene sentido seguir pensando desde algunos viejos esquemas analíticos?
Para empezar esta humilde reflexión, me parece interesante retomar una pregunta que ha aparecido de manera recurrente en el discurso de distintos actores políticos, económicos y sociales de nuestro país en estos días como es la dicotomía: ¿salud o economía?
Esta pregunta que en principio puede parecer razonable en un país con al menos 16, 1 millones de pobres según los resultados de la Encuesta Permanente de Hogares del año 2019 provista por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), no deja de ser incompleta si se piensa la variable económica aislada de la salud.
En primer lugar, este argumento tiene que ver con que, si bien es lógico que la pobreza es un factor de riesgo más que preocupante en el desencadenamiento de crisis de salud; si pensamos en el Coronavirus, podríamos decir que la salud y condiciones económicas no siempre van de la mano. Es decir, hablamos de una relación necesaria pero no suficiente, para garantizar la vida.
Como pudimos observar el Coronavirus no distingue clases sociales, viéndose afectadas personas con distintos recursos económicos, aunque por supuesto que los impactos y posibilidades de superación, son claramente diferentes.
Otro aspecto que pone a la luz esta situación es, qué se entiende por salud y, en consecuencia, qué prácticas se están llevando a cabo para promoverla y/o restaurarla.
Al pensar la salud, si bien solemos repetir una y otra vez la definición ya clásica de la Organización Mundial de la Salud (OMS) como es el “completo estado de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” (2016); los discursos predominantes por estos días nos permiten vislumbrar una brecha bastante importante en las significaciones sociales de grandes mayorías que ven a la economía y salud como dos caminos que no se entrecruzan.
Confundir los discursos tiene implicancias claras en nuestras prácticas con errores socio-políticos que no podemos permitirnos por estos momentos. De allí la necesidad de no reproducir viejos esquemas que nos han llevado a la segmentación de la comprensión de la realidad, y a divisiones que si bien sirven para un primer análisis (por ejemplo: las divisiones Ciencias Naturales, Ciencias Sociales, etc); en la práctica deben encontrarse.
¿Quiénes y cómo encontrarnos para generar nuevas respuestas?
Como lo señalamos en el párrafo anterior, hoy más que nunca es necesario unirnos, encontrarnos, cerrar esta falsa dicotomía y comenzar de una vez por todas a integrar y articular.
Esto supone sumar miradas, desde una orientación abierta a la comprensión del otro, sus realidades y necesidades, que integre los aportes tanto cuantitativos y cualitativos que cada uno pueda hacer. Las realidades son complejas y, por lo tanto, requieren este tipo de abordaje que no sólo requieren análisis, sino síntesis superadoras.
Esto exige no sólo encontrarnos desde las distintas disciplinas científicas, sino un encuentro desde las diversidades de actores y sobre todo seres humanos sin etiquetas de género, edades, clase social, nacionalidades, etc., que construimos frágilmente este mundo y construimos procesos que desencadenan estados de salud y/o enfermedades.
Hoy más que nunca, tal vez debemos recuperar aquellas corrientes de la Medicina Social -tal como en su momento lo trabajó por ejemplo el Dr. Rudolf Virchow y tantas otras personas que pasaron por este mundo- quienes entendieron que la medicina también forma parte de las Ciencias Sociales y la política puede ser una medicina -que puede curar o matar- en una escala más amplia.
Este planteo exige recuperar tanto el aporte de las Humanidades, poniendo al ser humano en el centro, al tiempo que resignificar el concepto de naturaleza y del Buen Vivir en un sentido integral, que tenga en cuenta la complejidad de los ecosistemas de la cual como seres humanos somos parte, junto a los seres no humanos.
Lograr este cambio exige un proceso educativo y participación constante y transversal de todos los seres humanos, que altere las prioridades de nuestras agendas, donde la vida misma o “nuda vida” de Giorgio Agamben vuelva a ser el eje de nuestras preocupaciones.
Reconocer que, este mundo, del cual formamos parte es finito, y que la vida es un préstamo que dura unos pocos días, tal vez sea el primer paso para comprender que las ambiciones y avaricia desmedida no nos llevarán a un buen camino. Si seguimos tensionando el hilo se cortará. Ojalá nuestra creencia de omnipotencia humana no nos nuble la vista y podamos generar respuestas ante tantas “nuevas preguntas”, que tengan en cuenta que la base de todo comienza en ser más sensibles a los dolores tanto propios como ajenos.
Tal vez sea la hora de “correr el velo”, tal como anticipó John Rawls, y pensarnos como aquellos más desfavorecidos en este juego, porque, al fin y al cabo, nadie tiene la vida comprada y hay cosas que el dinero no puede comprar, aunque algunos se empeñen en hacérnoslo creer.
En este dilema, seguramente volverán a tener protagonismo nuestros Estados y la salud pública, con características particulares y adaptadas a las condiciones de este nuevo siglo -y por lo tanto, no exactamente iguales a los antiguos modelos benefactores. Ojalá estemos a la altura de las circunstancias para recuperar los aprendizajes logrados de otras épocas, y así generar mejores respuestas ante los nuevos interrogantes planteados.
Dra. Desirée D’Amico
Docente de la Universidad Católica de Córdoba y el Instituto Universitario de Ciencias Biomédicas de Córdoba.
-